lunes, abril 08, 2013

Comentario sobre "Rieles Sumergidos" Alberto Rivera




Comentario del lector Alberto Rivera

¿Rieles sumergidos? Sí…en verdad, sí. ¿Qué mundo estamos viviendo? El mar gigante me trae a la memoria las aguas que Dios separó de la tierra firme y fecunda. ¿Qué pasó? Ese mar parece que sumergió la tierra. Rieles que significan, para mí, un camino. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos pájaros. ¡Mucha…mucha sabiduría!...¿y el corazón, el amor….dónde está? ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderas termitas, que se aprovechan de todo cuanto encuentran. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdadero caracol que bota pura mugre de estupideces y apariencias y no dejan ver lo verdadero. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdadera sanguijuela que con sus propagandas, publicidad, sectas e ideologías quiere succionarnos el zumo de la vida y causarnos la muerte. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderas hormigas, que trabajan y trabajan inquietas. Nunca se las ve tranquilas. Cada una pensando en lo suyo. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos caballos que galopan agresivamente y arrollan cuanto quieren. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos perros que orinan garabatos y disparates por doquier. Insultos, ofensas, por aquí y por allá.

¿Qué pasó con Valparaíso? La ciudad bella del Paraíso, que es la vida, la verdad, el camino perfecto, el bien?. ¿Acaso quisieron convertirlo en cementerio?

La chica “Revolucionaria”, que me quiere seducir con sus encantos eróticos y falsos, con sus tentaciones de sexo que, en verdad, todo es falso. ¿Dónde está el amor? ¿La mujer que siempre es nuestra compañera?
El mundo es una macrocarretera. Parecemos monstruos vivientes con ojos sin párpados, circulando, poniendo nombre a todo sin tratar al otro por su nombre. Nos preocupamos en el qué hablarán, en el cómo nos mirarán y en el qué pesaran. Nos preocupamos si nos van a asaltar. Queremos conducirlo todo, es decir, ser verdaderos dioses. Tenemos la manía de darle un valor a todo. O sea, si tienes dinero, plata, experiencias de viajes y otras cosas, ven y seamos “amigos”. ¿Dónde está el valor de la persona como tal?. Con toda razón, se ve un cielo gris.
Sin embargo, Dios sigue presente. El chasqui, es decir, el profeta no se cansa de anunciar lo que es verdadero, lo que es justo, lo que es amor.
Las muletas habitan fuera de perspectiva. ¿Somos hombres de verdadera educación? ¿o somos cojos?
Pisamos clavos, es decir, sufrimos dolores. Vivimos catarsis, es decir, momentos de emociones ¿Eso es la vida? Por algo, el mundo es un bolsillo perro, muy agresivo. Es cuestión de ver los periódicos y los noticieros. Un testimonio claro: “Pablo Escobar, el Patrón del Mal”.
¿Qué celebramos? Parece que nos derretimos como el chocolate sabroso. ¿Dónde está nuestra persona, que es amor?. ¿Qué pasa? ¿Nos dejamos seducir por las sensualidades?
En mi estómago, algo se devora a sí mismo. El celo por ver este mundo distinto y salir de la inmersión.  Conquistar lo que no se ve, es decir, el corazón.
Viene Septiembre, vemos el cielo multicolor ¿Cielo azul o gris? ¿Primavera verdadera o puras apariencias? El mundo se muestra como ese cielo multicolor. Lo peor, existe mucha letra chica. Los partidos políticos, como verdaderas bestias, quieren hacerse “comi”, como esos volantines.
Nuestra vida se encarrila en esos rieles sumergidos, vamos como en el metro en el túnel del mundo con todos sus anuncios.
Somos devoradores de mundo. Comemos cada historia, cada problema, cada situación…¿Saboreamos, realmente, el valor de la vida?
Estamos caídos. Pero tenemos que volver al Cielo, al auténtico Cielo.
El ser unido, la persona unida, la familia unida, la humanidad unida. Eso… ¡es lo verdaderamente hermoso! Unidad que el pecado del mundo ha destruido con sus ambiciones, sensualidades y soberbia.
El viejo llora. Me parece escuchar la voz de Cristo. Sus lágrimas y sudor de sangre caídos, en Getsemaní, caen, también, en el huerto de Getsemaní del mundo. Se quiere ignorar, arrinconar la auténtica sabiduría.
Jesús dijo: “el Sábado (es decir, el tiempo, o parte del tiempo), fue hecho para el hombre”. Pero, nosotros somos esclavos del tiempo.
Estamos en el ramaje del árbol del mundo. Nos cubre una neblina dionisíaca, de ideologías, placeres, publicidad, tentaciones, neblina del mundo globalizado. Sí, neblina que se retratan en rostros, rostros pétreos, blancos, con lentes oscuros. No sólo rostros, sino también comportamientos. Por eso, la neblina ya no es neblina. Esto es el arte de perder, el cual no cuesta tanto. Olvidamos hasta los nombres de seres cercanos, olvido que es como un mar muerto. ¡Cómo es posible!
Sigue la invitación a la niebla cristalina, que devuelve vida y sonrisa.
Nuestra alma es una mujer inacabada. No tenemos que dejarnos comer por los perros tranquilos del mundo, los que tienen el poder y manejan las conciencias ingenuas como quieren.
Estamos caídos sobre el césped. Tantos dramas. Por eso llora incesantemente el cielo como un verdadero diluvio. Lluvia que no tiene los colores vivos del arcoíris.
No dejamos, por tanto, de beber el falso élixir del mundo. Nos molesta el brillo, la ampolleta de los profetas y sabios venidos de Dios, a quienes perseguimos y rechazamos de diferentes formas.
Dejemos de ser aquellos hombres muertos de palabras vivas, es decir, poetas que cantan versos a cosas que no son la vida. No cantemos más en el mundo de abajo al becerro de oro.
Si no acogemos a Dios y soñamos con el LCD de la tecnología, morimos de cansancio, y lo único que nos queda es disfrutar el féretro.
¿Por qué muchas veces el pensamiento con tanto cariño comunicado al corazón se devuelve rechazado? El Getsemaní del mundo, donde está la roca donde se posó Cristo existe. Muchos, como Cristo, oran  por la salvación del mundo en aquella roca, acompañando a Cristo.
Con las cosas del mundo profanamos nuestro templo, que es nuestro ser. Al final, nos destruimos y otros se quedan con las ganancias de este negocio, es decir, pagamos con versos y las monedas quedan para los tragos junto a Caronte.
Hemos sufrido el asalto de vanidad como campana en nuestros cuellos, sumidos en todo un engaño. Al final, no somos personas sino que muñecos que nos maneja la diosa Fortuna del Carmina Burana. Es decir, estamos dentro del ojo de una rana.
Necesitamos un golpe de clarividencia, dejándonos impactar y gozar con él, el cual nos hace ver el mar de egoísmo barato en el cual estábamos sumidos. Tener un corazón de carne, que da abrigo, acogida, confianza (chaleco nuevo de carne de guagua).
Existen muchos labios mudos de desconfianza e individualismo en medio de lenguas que se devoran ansiosamente las colas: el inglés de la globalización y la propia nuestra.
Dios nos espera con los brazos abiertos. Él quiere nuestros frutos de amor, de conversión.
No fragmentemos más la Musa, que no se cansa de cantarnos el cantar de la vida.




No hay comentarios.: