Emersson Pérez. Santiago de Chile 1982. Poeta y Gestor cultural,
coordinador de Revista Absenta. Actualmente, se desempeña como editor y
relacionador publico de editorial Ajiaco Ediciones (Santiago de Chile), además
participa en el evento internacional de jóvenes escritores TrasAndes en la
ciudad de Mendoza. Ha publicado en el Anuario poético Márgenes del colectivo
Mal de ojo (Ajiaco ediciones) y fue seleccionado para la Antología
Iberoamericana -Poesía molotov- 2011, por la Editorial Cascada de palabras
(Cartonera), México, así como la antología “Poemario Indestructible” por
Ediciones Gatopajaro Chile 2010.
(Poema adelanto de “CAMBIO DE ANDÉN”, libro a editar por Ajiaco
Ediciones 2012) Publicado en: MUSARAÑA N° 117, agosto 2012, La Serena - Chile.
Macro carretera
Tenemos la manía
de poner nombre a todo.
Al nombrar, pasa
a propiedad humana.
Las doncellas más bellas beben rocío
de perlas
a
medianoche.
Un glotón las expía comiendo pasteles
de oro macizo.
Viajan, son las seis de la mañana.
Afuera unas aves vuelan al revés
confundidas con la luz azul de una cordillera.
Aves que no verán el mar
pero carroñarán nuestras carnes.
Tenemos la manía de mirar hacia
dentro.
Desde el espacio observamos nuestras
casas luminosas.
Desde un programa vemos a nuestros
ancestros
durmiendo en una hamaca.
Cárceles llenas de ojos sin párpados
vigilantes eternos.
Tenemos la manía de predecirlo todo.
Unas cartas
Manchas
Conchas
¿Anuncia un tronco el renacer humano?
Nuestras predicciones arden.
Nuestras cárceles también.
El fuego hipnotiza.
Después del maremoto
es
el mejor momento para recoger pulgas de mar
y
nuestras redes no son nada.
Las más grandes ruinas se convertirán
en sublimes arrecifes de coral.
Tenemos la manía de conducir en todo.
Los edificios son carreteras
perpendiculares
Los ascensores son vías exclusivas
Según cuanto oro o perlas han
consumido
durante el desayuno.
Afuera, cerca de una laguna,
los evolucionados Dodos
dan una clase acerca de la raza
humana,
de unos primates que se matan
con sus propios tenedores.
El holograma se apaga.
Tenemos la manía
de darle un valor a todo.
Acaudalados corren de noche
como liebres-perros.
Sus patas brillan en la oscuridad.
La música en la oreja,
los hacen sentir seguros.
Con su hocico pretenden morderse la
cola
para colgar como amuleto.
Los trenes subterráneos
ostentan ejércitos,
sudorosos limpiadores cósmicos
que
avanzan con ritmo
por carreteras amarillas que terminan
en su interior.
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