domingo, enero 10, 2010
Taller de Lectura y creaciòn
Cristobal Soto
http://hastaelasco.blogspot.com/
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Narrador y director de Editorial zarázaro
Los dejo con uno de sus cuentos, uno de mis favoritos:
El Edu
El Edu no era nada especial: un hombre tranquilo, callado, serio, a veces asexuado. Hemos de hacer de nuestras vidas la cuestión de conformar a Dios, dijo un día, creía en Dios el Edu. Lo concreto es que su nombre no era nada para nadie. Eso lo sabía el Edu y por eso quería morirse. Sólo un día sí que lo fue, sí, un día todos se acordaron de él (en realidad todos los que podían recordarlo, los que tenían los elementos para hacerlo), lo reconocieron e hicieron de sí mismos, seres condenados por la memoria.
Se suicidó el Edu un día. No fue más que eso lo que hizo, pero todos los que podían acordarse de él lo hicieron. Se suicidó en medio de la noche, cuando el primero de todos, un tipo del que el Edu nunca supo el nombre o nunca lo quiso saber, se acordó de él. Estaba tratando de levantarse a una mina, haciéndose el canchero y esas cosas. Se acordó del Edu al momento de pedirle un beso a la muchacha, después de vinos, cervezas, un pito y unos bailes. Se acordó de ese adolescente callado con el pelo despeinado y la camisa fuera del pantalón. Recordó que su primera petición de beso se la hizo a él, al Edu. Se lo había pedido, hace quince años, en la sede de centro de alumnos del liceo, se lo pidió porque sí, sin dar mayores explicaciones. El Edu se negó con fuerza. Le reventó la nariz el Edu al tipo que nunca le supo el nombre. A pesar de sus femeninos gestos no era Homosexual el Edu, así que se negó. Nunca más hablaron, se miraban desde lejos con rabia. No se mataba por la falta de un amor, se decía con su mirada distraída. Tuvo uno eso sí, de los grandes, de los únicos, Adriana, aunque ella nunca lo tomó mucho en cuenta, pero él la amó como nadie jamás amaría a Adriana. Y para ella el Edu, era el Edu, el que la ayudó en un examen en la universidad, el tipo callado del fondo con el que anduvo saliendo con una semana. Ella tuvo éxito en su profesión, el Edu no, nunca consiguió una ayudantía siquiera. Entonces mientras el tipo le pedía el beso a la muchacha, se acordó del Edu, pero él no se acordó del tipo en ese momento, él se estaba suicidando en ese preciso momento, no pensaba en nadie y en todos a la vez el Edu en aquel instante.
Adriana al mismo tiempo que daba leche a su bebé recién nacido, se acordó del Edu. También se acordó ella del Edu después de muchos años, justo en el momento en que el Edu preparaba la cuerda y la silla y el lugar y la botella de ron y el pito y el último cigarrillo. Adriana le daba teta a su hijo de una semana de nacido porque se había despertado llorando a esa hora. Era lindo el niño, se parecía a su padre, el flaco Alberto, compañero del Edu también en la facultad aunque era unos años menor, había entrado tarde el Edu a estudiar. Ella se acordaba del Edu porque el primero que le tocó sus tetas había sido él. Adriana se contuvo, pero lo dejó, fue en una fiesta de la gente de la carrera, en primer año. Le permitió que lo hiciera despacio, pero se dejó, no porque le gustara mucho el Edu, si no porque estaba medio borracha y a pesar de sus diecinueve, a ella nunca le habían tocado ni las tetas ni nada. Se acordó de él justo al momento en que el Edu hacia el nudo en la cuerda, un nudo firme, bien firme, como las tetas de Adriana a los diecinueve.
Se tomó la botella de ron completa el Edu antes de colgarse. El flaco Alberto estaba trabajando en algo que no le gustaba. Había abandonado la carrera porque dejó embarazada a Adriana y no podía más que hacer eso, más que trabajar en lo que viniese y pagar lo del bebé. Estaba cuidando un edificio, era conserje, eso hacía el flaco. Alguien se anunció por el citófono, se llamaba Eduardo. Dijo que se llamaba Eduardo al mismo tiempo que provocó que el flaco Alberto se acordara del Edu, mientras éste ponía la cuerda alrededor de su cuello. El flaco Alberto se acordó de él, de su letargo al hablar, de su silencio constante, de que alguna vez le presentó a Adriana, de cómo había tenido un hijo. Le echaba la culpa por conocer a Adriana, por su trabajo de mierda, y todo. Se acordó del Edu cuando éste se ponía la cuerda en el cuello y se dejaba caer más allá de la silla, más allá de donde podía soportar su cuello. Fue muriendo el Edu.
La chica le negó el beso al tipo del que el nombre nunca supo, y dejó a la fuerza de acordarse del Edu, porque se auto convencía que le daba asco, el Edu le daba asco al tipo que nunca le supo el nombre. El bebé se durmió mientras bebía leche de la teta de Adriana, ella dejó de pensar en el Edu y empezó a pensar en el futuro de su hijo, dejó de pensar en él mientras tiritaba y quedaba sin respiración colgando en su dormitorio. Se dejó también de acordar el flaco Alberto cuando otra persona llamó al citófono y le hizo recordar a Adriana cuando la conoció y la amó. No se acordó más del Edu el flaco Alberto.
Cuando murió el Edu ya nadie se acordaba de él. Se murió y nadie se acordaba de él, nadie solía acordarse nunca de él. Se murió en el olvido el Edu, así como vivió, en la no-memoria, en la indiferencia. Solo diez días después alguien volvió a acordarse, la vecina, la de al lado, la que nunca lo recordó, ni lo conoció, ni jamás le habló. La vecina se acordó de él como nunca, con extrañeza, hacía días que no lo veía, y le decía a la policía que salía un olor horrible de su casa.
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1 comentario:
Muy buen texto..!..muy bueno.
desde ahora, con un gran placer..te siguo.
saludos desde acá,
So
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