Comentario del lector Alberto Rivera
¿Rieles
sumergidos? Sí…en verdad, sí. ¿Qué mundo estamos viviendo? El mar gigante me
trae a la memoria las aguas que Dios separó de la tierra firme y fecunda. ¿Qué
pasó? Ese mar parece que sumergió la tierra. Rieles que significan, para mí, un
camino. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos pájaros. ¡Mucha…mucha
sabiduría!...¿y el corazón, el amor….dónde está? ¿Cómo se comporta el mundo?
Como verdaderas termitas, que se aprovechan de todo cuanto encuentran. ¿Cómo se
comporta el mundo? Como verdadero caracol que bota pura mugre de estupideces y
apariencias y no dejan ver lo verdadero. ¿Cómo se comporta el mundo? Como
verdadera sanguijuela que con sus propagandas, publicidad, sectas e ideologías
quiere succionarnos el zumo de la vida y causarnos la muerte. ¿Cómo se comporta
el mundo? Como verdaderas hormigas, que trabajan y trabajan inquietas. Nunca se
las ve tranquilas. Cada una pensando en lo suyo. ¿Cómo se comporta el mundo?
Como verdaderos caballos que galopan agresivamente y arrollan cuanto quieren.
¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos perros que orinan garabatos y
disparates por doquier. Insultos, ofensas, por aquí y por allá.
¿Qué pasó con
Valparaíso? La ciudad bella del Paraíso, que es la vida, la verdad, el camino
perfecto, el bien?. ¿Acaso quisieron convertirlo en cementerio?
La chica
“Revolucionaria”, que me quiere seducir con sus encantos eróticos y falsos, con
sus tentaciones de sexo que, en verdad, todo es falso. ¿Dónde está el amor? ¿La
mujer que siempre es nuestra compañera?
El mundo es
una macrocarretera. Parecemos monstruos vivientes con ojos sin párpados,
circulando, poniendo nombre a todo sin tratar al otro por su nombre. Nos
preocupamos en el qué hablarán, en el cómo nos mirarán y en el qué pesaran. Nos
preocupamos si nos van a asaltar. Queremos conducirlo todo, es decir, ser
verdaderos dioses. Tenemos la manía de darle un valor a todo. O sea, si tienes
dinero, plata, experiencias de viajes y otras cosas, ven y seamos “amigos”.
¿Dónde está el valor de la persona como tal?. Con toda razón, se ve un cielo
gris.
Sin embargo,
Dios sigue presente. El chasqui, es decir, el profeta no se cansa de anunciar
lo que es verdadero, lo que es justo, lo que es amor.
Las muletas
habitan fuera de perspectiva. ¿Somos hombres de verdadera educación? ¿o somos
cojos?
Pisamos
clavos, es decir, sufrimos dolores. Vivimos catarsis, es decir, momentos de
emociones ¿Eso es la vida? Por algo, el mundo es un bolsillo perro, muy
agresivo. Es cuestión de ver los periódicos y los noticieros. Un testimonio
claro: “Pablo Escobar, el Patrón del Mal”.
¿Qué
celebramos? Parece que nos derretimos como el chocolate sabroso. ¿Dónde está
nuestra persona, que es amor?. ¿Qué pasa? ¿Nos dejamos seducir por las
sensualidades?
En mi
estómago, algo se devora a sí mismo. El celo por ver este mundo distinto y
salir de la inmersión. Conquistar lo que
no se ve, es decir, el corazón.
Viene
Septiembre, vemos el cielo multicolor ¿Cielo azul o gris? ¿Primavera verdadera
o puras apariencias? El mundo se muestra como ese cielo multicolor. Lo peor,
existe mucha letra chica. Los partidos políticos, como verdaderas bestias,
quieren hacerse “comi”, como esos volantines.
Nuestra vida
se encarrila en esos rieles sumergidos, vamos como en el metro en el túnel del
mundo con todos sus anuncios.
Somos
devoradores de mundo. Comemos cada historia, cada problema, cada
situación…¿Saboreamos, realmente, el valor de la vida?
Estamos
caídos. Pero tenemos que volver al Cielo, al auténtico Cielo.
El ser unido,
la persona unida, la familia unida, la humanidad unida. Eso… ¡es lo
verdaderamente hermoso! Unidad que el pecado del mundo ha destruido con sus
ambiciones, sensualidades y soberbia.
El viejo
llora. Me parece escuchar la voz de Cristo. Sus lágrimas y sudor de sangre
caídos, en Getsemaní, caen, también, en el huerto de Getsemaní del mundo. Se
quiere ignorar, arrinconar la auténtica sabiduría.
Jesús dijo:
“el Sábado (es decir, el tiempo, o parte del tiempo), fue hecho para el
hombre”. Pero, nosotros somos esclavos del tiempo.
Estamos en el
ramaje del árbol del mundo. Nos cubre una neblina dionisíaca, de ideologías,
placeres, publicidad, tentaciones, neblina del mundo globalizado. Sí, neblina
que se retratan en rostros, rostros pétreos, blancos, con lentes oscuros. No
sólo rostros, sino también comportamientos. Por eso, la neblina ya no es
neblina. Esto es el arte de perder, el cual no cuesta tanto. Olvidamos hasta
los nombres de seres cercanos, olvido que es como un mar muerto. ¡Cómo es
posible!
Sigue la
invitación a la niebla cristalina, que devuelve vida y sonrisa.
Nuestra alma
es una mujer inacabada. No tenemos que dejarnos comer por los perros tranquilos
del mundo, los que tienen el poder y manejan las conciencias ingenuas como
quieren.
Estamos caídos
sobre el césped. Tantos dramas. Por eso llora incesantemente el cielo como un
verdadero diluvio. Lluvia que no tiene los colores vivos del arcoíris.
No dejamos,
por tanto, de beber el falso élixir del mundo. Nos molesta el brillo, la
ampolleta de los profetas y sabios venidos de Dios, a quienes perseguimos y
rechazamos de diferentes formas.
Dejemos de ser
aquellos hombres muertos de palabras vivas, es decir, poetas que cantan versos
a cosas que no son la vida. No cantemos más en el mundo de abajo al becerro de
oro.
Si no acogemos
a Dios y soñamos con el LCD de la tecnología, morimos de cansancio, y lo único
que nos queda es disfrutar el féretro.
¿Por qué
muchas veces el pensamiento con tanto cariño comunicado al corazón se devuelve
rechazado? El Getsemaní del mundo, donde está la roca donde se posó Cristo
existe. Muchos, como Cristo, oran por la
salvación del mundo en aquella roca, acompañando a Cristo.
Con las cosas
del mundo profanamos nuestro templo, que es nuestro ser. Al final, nos
destruimos y otros se quedan con las ganancias de este negocio, es decir,
pagamos con versos y las monedas quedan para los tragos junto a Caronte.
Hemos sufrido
el asalto de vanidad como campana en nuestros cuellos, sumidos en todo un
engaño. Al final, no somos personas sino que muñecos que nos maneja la diosa
Fortuna del Carmina Burana. Es decir, estamos dentro del ojo de una rana.
Necesitamos un
golpe de clarividencia, dejándonos impactar y gozar con él, el cual nos hace
ver el mar de egoísmo barato en el cual estábamos sumidos. Tener un corazón de
carne, que da abrigo, acogida, confianza (chaleco nuevo de carne de guagua).
Existen muchos
labios mudos de desconfianza e individualismo en medio de lenguas que se
devoran ansiosamente las colas: el inglés de la globalización y la propia
nuestra.
Dios nos
espera con los brazos abiertos. Él quiere nuestros frutos de amor, de
conversión.
No
fragmentemos más la Musa, que no se cansa de cantarnos el cantar de la vida.
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